miércoles, 21 de enero de 2015

"LOS OTROS VACIE DE SEVILLA"


Hablar de chabolismo en Sevilla es hablar del Vacie, el asentamiento más grande de Andalucía y el más antiguo de España, ese poblado que surgió en los años treinta del pasado siglo junto a las tapias del cementerio de San Fernando y allí sigue, con las chabolas multiplicadas y con todo tipo de planes para su erradicación fracasados, ochenta años después. Eclipsados por el Vacie, y sin la atención que las administraciones le prestan a éste, existen en otras zonas de Sevilla otros asentamientos que han crecido enormemente en los últimos meses o bien se mantienen desde hace décadas con unas pocas chabolas. 


El que más ha crecido es el de San Jerónimo, que está planteando ya un grave problema de convivencia con los vecinos de este barrio. 



La ubicación del asentamiento constituye un problema añadido a la hora de una posible intervención municipal. Las chabolas se levantan sobre un terreno privado, el solar en el que la compañía inmobiliaria Azagra tenía previsto construir una promoción de viviendas. La empresa quebró y de aquella promoción no queda ni el cartel publicitario, que fue sustraído y desguazado por los nuevos inquilinos del solar. No hay nadie, pues, que presente una denuncia para que un juzgado ordene el desalojo del terreno. 



El Ayuntamiento asegura que tampoco puede intervenir al tratarse de una propiedad privada, si bien los vecinos afectados aseguran que el Consistorio tiene medios legales a su alcance para levantar el campamento chabolista. 



Se ha generado un efecto llamada. Las familias que vivían en otros asentamientos que han sido desalojados por la Policía se han mudado ahora a este nuevo núcleo chabolista situado junto al muro del cementerio inglés. 







La ribera del Guadalquivir siempre ha sido el lugar con más asentamientos, por la cercanía del agua con la que abastecerse. En los últimos años han sido numerosas las batidas policiales para desalojar las chabolas que surgen junto al río, de manera que actualmente no hay ninguna en las márgenes de Sevilla y sólo algunas aisladas en los terrenos de Camas. Sí las hay unos kilómetros más al sur, junto a los puentes que conectan Sevilla y San Juan de Aznalfarache. Este asentamiento creció cuando en él se estableció el clan de los caracoleños durante unos meses, pero fue luego desalojado y actualmente sólo hay una decena de casas. 



En la capital andaluza hay otros dos asentamientos históricos: uno en la avenida de la Paz, compuesto por varias viviendas prefabricadas, y otro en Palmete, junto a un cauce seco que discurre tras la sede de Correos. Fuera del término municipal de Sevilla, pero sólo a unas decenas de metros del límite territorial, está el segundo poblado más grande de la provincia. Este núcleo ocupa suelo de Alcalá de Guadaíra pero está muy cerca de Torreblanca.

lunes, 19 de enero de 2015

LAS DOS CARAS DE UNA BARRIADA MARGINAL : LAS TRES MIL VIVIENDAS O POLIGONO SUR

DELINCUENCIA Y TRAFICOS ILICITOS.


El Polígono Sur de Sevilla o “Las Tres Mil”, en el que viven más de cuarenta mil habitantes, ha adquirido notoria y triste fama por una pequeña porción de las tres mil viviendas existentes (las 624 viviendas o Las Vegas), que es también el nombre con que lo conocen los sevillanos.

“Las Vegas” es el caso de chabolismo más temido y grave que posee Sevilla desde hace casi medio siglo. Se trata del clásico ghetto de gente y familias que viven al margen de la ley y que, conforme más se estropea, más atrae personas de las mismas características del resto de la ciudad, generándose así un “círculo vicioso” difícil de romper. Los vecinos han ido fomentando el miedo y la inseguridad de los que se acercan a esta barriada.

Han autosaqueado o destrozado elementos comunes de los bloques de pisos; los han dejado estropearse cada día un poco más. Los numerosos desocupados, muchos de ellos enganchados a la droga, para ganarse la vida han ahuyentado la presencia de los empleados municipales que permiten el funcionamiento normal de la ciudad en cualquier barrio. Los operarios de obras sólo reparan los bordillos con presencia policial. Lo mismo sucede con los bomberos que acuden apagar algún fuego. Carteros, empleados de limpieza, suministradores de gas, inspectores de contadores de electricidad y agua, fontaneros, servicios de autobuses y taxis, y hasta repartidores de pizzas, han dejado de ir por esta barriada, ante el acoso permanente de muchos de sus habitantes. Todo ello, con la connivencia de los clanes familiares enriquecidos mediante el control de diversos negocios turbios, que se benefician de la creciente condición de “isla” de la zona.

Desde el amanecer al mediodía apenas se ve gente, y parece como si el barrio estuviera deshabitado producto del algún ataque o guerra nuclear.
Desde la sobremesa va cobrando actividad, cada vez más intensa. Vienen los drogadictos a buscar “costo” o su “dosis”, los vigilantes e intermediaros pululan en torno a donde se vende algo, y salen los amantes de lo ajeno a “trabajar”… Cuando cae la noche se difuminan los contornos de este sufrido paisaje y se abre una nueva vida comunitaria. Si es invierno, y a falta de calefacción, se encienden grandes candelas, creando un ambiente que tiene algo de fantasmagórico. En cualquier época del año la vida de la barriada se vuelve plural y activa de madrugada. Se forman corros aquí y allá.
Está tan arraigada la cultura de la delincuencia que son frecuentes los robos a los centros educativos y sanitarios circundantes, que han ido siendo fortificados. El centro de salud más próximo ha sido pionero e innovador en España por haber colocado en su entrada un detector de armas y metales. Los vecinos no se inmutan, pinchan sus navajas en los árboles cercanos, y después de la consulta del médico vuelven a recogerlas.
“Las Vegas” tiene su propia estratificación social:
Hay familias que obtienen pingues ganancias, al dedicarse al “por mayor” y de “forma organizada” a actividades ilícitas (contrabando, falsificaciones, robos y tráfico de drogas). Permanecen aquí – aunque tienen fincas y chalés en el Aljarafe o la Costa del Sol - porque se sienten más seguros que en cualquier otra parte ante el acoso policial, aislados físicamente y rodeados de “su” gente. Son clanes familiares conectados con otras mafias nacionales o internacionales que introducen droga o artículos de contrabando y los distribuyen por el resto de la geografía española. Estas familias que se han enriquecido tanto como producto de sus negocios ilegales no lo aparentan externamente.

Un segundo escalón lo ocupan las familias que trafican “al por menor” o “menudeo” de todo género de drogas y artículos de contrabando dentro de la ciudad. Sus viviendas son inconfundibles. A la caída de la tarde hay una red de vigilantes y colaboradores en la calle, por si hay que dar el agua ante la llegada de la policía, junto con clientes que reciben su “dosis” en una ventana y, otros, de confianza, que entran en los pisos.

En un status parecido al anterior se mueven las familias que se dedican a la venta ambulante de productos legales o ilegales. La furgoneta característica a la puerta de sus viviendas delata su ocupación. Estos se dedicaban tradicionalmente a la venta legal de frutas y verduras y tejidos y ropas baratas.
En una escala más modesta se encuentran los “recicladotes” de siempre. Aquéllos que hacen auténticos maratones urbanos desde el amanecer hasta el ocaso –unos a pie con sus carritos de mano y otros con sus vetustas furgonetas - en busca de todo lo aprovechable. 
En el nivel más bajo de la pirámide social –un quinto mundo en este tercer mundo- se encuentran los enganchados a la heroína y cocaína, o los fugados de la justicia, enfermos crónicos y desahuciados, que se buscan la vida con trabajos temporales, pequeños hurtos, o como vigilantes y correos de los clanes de la droga. Sólo dos de cada diez habitantes trabajan en empleos modestos y humildes; principalmente, el tajo de una obra o las campañas de recogida de productos del campo. Un amplio grupo de habitantes duerme en los pisos desocupados –que son numerosos debido a la progresiva degradación física de los bloques y al ambiente de inseguridad, que han hecho emigrar a sus primitivos propietarios e inquilinos. Algunos pernoctan incluso en los numerosos coches abandonados en la calle.
Una de las sorpresas que nos deparan es la presencia de una industria singular de “Las Vegas”. En pisos vacíos se montan laboratorios de fabricación, manipulación, adulteración y embalaje de todo tipo de droga. 
Los Poderes Públicos tienen su parte de culpa en lo que sucede aquí. Las “Tres Mil Viviendas” se concibieron como “ghetto” en los años sesenta y setenta.
En primer lugar, por su incomunicación con el exterior, y el laberinto interno de su red viaria. Tenía sólo una estrecha entrada principal, y el resto de las calles eran a fondo de saco. Por el sur estaba separada de elegantes barrios ciudad-jardín por el rígido obstáculo de la vía férrea Sevilla-Cádiz. Anchas avenidas la separan del resto de la ciudad por el norte y el oeste, y una carretera de circunvalación –famosa durante décadas por los tirones en sus semáforos – cierra su perímetro por el sur.
En segundo lugar, por el modelo de “hábitat” que se fue creando. El desarrollismo de los años sesenta y setenta hizo que numerosas viviendas y bloques de pisos antiguos de barriadas tradicionales del casco histórico y Triana se fueran dejando arruinar, para construir nuevas promociones inmobiliarias destinadas a familias de mayores ingresos. Numerosas familias obtuvieron como compensación al “éxodo” forzado desde estos barrios, un pisito en las “Tres Mil”. En otros casos se trató de erradicar los grupos de “casitas bajas” y “chabolas” dispersas por la ciudad, que habían acogido familias que habían perdido sus casas durante las últimas inundaciones, o por otros motivos.
Se junto intencionadamente la pobreza de familias que vivían honradamente de humildes trabajos, con la marginación de otras familias que se dedicaban a negocios fuera de la Ley. Ya estaba preparado el “caldo de cultivo” para este nefasto experimento público de agrupar en un gran sector de la periferia urbana gran parte de la pobreza y marginalidad existente, y lavar la imagen del resto de barriadas. Después sólo hubo que dejar transcurrir el tiempo.
Sólo dos de cada diez ocupados potenciales tiene un trabajo estable. Más de la mitad de los habitantes está relacionado habitualmente con la droga. Las “Tres Mil” son el gran refugio de personas y familias que viven al margen de la ley, y también uno de los barrios con mayores problemas de convivencia.


 LA PRINCIPAL CANTERA DEL FLAMENCO ANDALUZ.

Uno de cada diez gitanos de España vive en esta barriada; la mitad de los de la provincia de Sevilla. Son más de veinte mil. Posiblemente, la mayor concentración de todo el país.
En las décadas de los sesenta y setenta miles de gitanos, expulsados de sus barrios tradicionales –sobre todo, Triana, pero también de otros puntos de la ciudad -, recalan en “Las Tres Mil”. Y, con ellos, una cultura propia, la del cante, baile y música flamenca, trasmitida desde tiempo inmemorial generación a generación. Se empieza a forjar entonces la “Cava de los gitanos” del siglo veintiuno.
Se produce así la paradoja de que unos de los barrios más pobres y marginales en su paisaje urbano, sus viviendas y por la renta de sus habitantes, es también el más rico en producción de artistas flamencos de Andalucía. Esta barriada es la principal “cantera” de flamenco de Andalucía. De aquí salen todos los años cantaores, guitarristas, palmeros o bailarines. En la última Bienal, un tercio de los artistas que participaron eran originarios de la zona.
Dinastías gitanas enteras dedicadas al flamenco viven en estos bloques de viviendas. Antes era más habitual verlos formando corros en las plazas del barrio y al aire libre, como lo han venido haciendo secularmente, donde se cantaba, tocaba y bailaba. La inseguridad, la droga, y las videoconsolas, televisores y ordenadores –como a tantos sevillanos– no les habían ido adormeciendo los sentimientos.
Algunos de estos artistas son anónimos, su fama no va más allá de los círculos de amigos y parientes. Otros han dado el “salto” a la popularidad y ganan bastante. Algunos siguen viviendo en el barrio, donde tienen su clan y su familia, y encuentran la libertad e inspiración artística que buscan. Desde hace décadas las grandes figuras del flamenco acuden a la zona a deleitarse con los “jóvenes valores” que van surgiendo. A ello han acudido con frecuencia figuras del cante como Lola Flores, Camarón de la Isla o Paco de Lucía.
El “flamenco” es un esperanzador yacimiento de empleo para este barrio acosado por el paro, la droga y los negocios ilegales. Sin embargo, aunque ya se está enseñando regladamente, apenas hay centros dedicados a esta actividad, ni siquiera se programan actuaciones en vivo y para el público, aunque sea considerado el mayor centro creativo de Andalucía en los últimos tiempos.

LA BARRIADA LAFFITTE DE LOS REMEDIOS.

LA BARRIADA LAFFITTE DE LOS REMEDIOS. UN EJEMPLO DE SEGREGACIÓN SOCIAL EN LA SEVILLA DE LOS AÑOS SESENTA.

La eliminación de la barriada Laffite constituye un ejemplo de los procesos empleados para limpiar los espacios señalados por la especulación inmobiliaria. Situada en Los Remedios, área convertida en los años sesenta del pasado siglo en residencia de la burguesía sevillana, donde ocupaba un enclave estratégico a la salida del nuevo puente del Generalísimo. Calificada como suburbio, alojaba a familias procedentes de Triana y otros lugares incluidos en el proyecto de ensanche aprobado para urbanizar la zona. El Ayuntamiento actuó como brazo ejecutor , concesionaria y arrendadora de las viviendas de la barriada, expulsando a los vecinos con destino a refugios o polígonos de viviendas en el extrarradio de Sevilla.

España experimentó durante los años sesenta del siglo XX la mayor aceleración  en el proceso de urbanización, paralelo a la industrialización económica. Con ayuda de diferentes instrumentos, como los planes de ordenación redactados a partir de la Ley del Suelo de 1956 u otros proyectos de ensanche aplazados durante décadas, se prepararon extensas bolsas de suelo destinadas a acoger un variado catálogo de edificaciones promovidas por el capital privado. Las distintas administraciones contribuyeron a la promoción inmobiliaria empresarial, aportando  ayudas y subvenciones a la construcción de viviendas o facilitando la ocupación de los solares, al disponer las infraestructuras necesarias y liberarlos de otros usos marginales como el de servir de soporte a núcleos de infravivienda.

Una  breve consideración sobre el chabolismo en la década de  los sesenta fue el déficit residencial arrastrado desde las primeras décadas de la centuria que  había provocado la proliferación de barrios de chozas, chabolas y suburbios de diversa tipología, levantados en la periferia o aprovechando otros espacios desocupados temporalmente en las áreas centrales.

Un informe de La Sección de Urbanismo del Ayuntamiento de Sevilla, censaba en 1959 treinta y dos grupos de chabolas, ocho de los cuales se situaban en la margen derecha del Guadalquivir; entre ellos, dos ocupaban  terrenos del ensanche de Los Remedios, sin incluir la barriada Laffitte.
La búsqueda de espacios de calidad, apreciados por la burguesía para fijar su residencia, focalizó la presión especulativa hacia los vacíos existentes en las áreas centrales, donde se trasladó además una parte de las familias de clase alta tras abandonar los degradados cascos históricos. Los ensanches ejecutados parcialmente, como el trianero, ofrecían una excelente oportunidad, a los intermediarios especuladores y sociedades inmobiliarias, para obtener enormes beneficios al densificar estas áreas con bloques de pisos destinados a las clases medias.

Tras la arriada de 1961, provocada por el desbordamiento del arroyo Tamarguillo, el Ayuntamiento sevillano creó la Secretaría de Viviendas y Refugios, entre cuyos objetivos se fijaba el de  proporcionar alojamiento a las familias procedentes de los núcleos erradicados en la ciudad. En el sector occidental hispalense se desmantelaron, entre 1962 y 1965, diez asentamientos ocupados por 1.865 familias, incluida la demolición de la barriada Laffitte para dejar expedita la totalidad de la superficie de Los Remedios.

                                                                                                              Puente de san Telmo.

La urbanización de Los Remedios.

Los terrenos situados al sur del arrabal de Triana atrajeron el interés de los especuladores inmobiliarios a partir de la segunda década del siglo XX. A ello contribuyó sobre todo la decisión municipal de señalarlos como esenciales para el crecimiento exterior de la ciudad, destinándolos a ser edificados para mitigar la escasez de viviendas. Desde entonces aparecieron incluidos en los distintos proyectos de ensanche como piezas sustanciales de la Sevilla futura.
Dotados de un elevado valor de posición por a su proximidad al centro histórico y por constituir la prolongación natural del arrabal trianero; situados en la orilla opuesta del Guadalquivir, frente al ensanche meridional de la ciudad preparado para acoger la Exposición Iberoamericana; la construcción del puente de San Telmo vino a resolver la necesidad de conexión,  potenciando la centralidad del lugar. Hasta entonces conformaban un área rural, ocupada sobre todo por huertas, propiedad de nobles y burgueses que se hicieron con la mayor parte de los predios aprovechando la desamortización eclesiástica.

La formación de la barriada Laffitte


Situación y posición
La propiedad adquirida por Ricardo Goizueta a Julio Laffitte estaba constituida por el establecimiento industrial, dedicado a diversas producciones alfareras, y una huerta, situados junto al Guadalquivir al final de la calle Juan Sebastián Elcano; única vía trazada
en el lugar con anterioridad a la aprobación del proyecto, que discurría paralela al cauce fluvial y se encontraba escasamente urbanizada.
El lugar ocupaba una posición periférica en el área del ensanche, alejado del puente de San Telmo y en el extremo opuesto al arrabal histórico. Sin embargo, la orientación hacia el sur de las edificaciones levantadas en Los Remedios durante la segunda mitad de los años cincuenta y, sobre todo, el proyecto de construir un nuevo puente para conectar con el Paseo de las Delicias, multiplicaron la centralidad de los terrenos ocupados por la fábrica



El proceso de erradicación de la barriada Laffite

En 1963, la eliminación de los alojamientos se convirtió en un objetivo prioritario para  la sociedad concesionaria, por encontrarse en su fase final las tareas de urbanización del ensanche; además habían dado comienzo las obras del puente y se encontraba en vías de solución el dilatado contencioso sobre la ampliación de la calle Virgen de Luján. El Ayuntamiento, interesado igualmente, se prestó decididamente a colaborar en este asunto firmando un convenio con Los Remedios S. A. "para resolver la situación de las familias que viven en los distintos alojamientos provisionales en el lugar conocido como barrio Laffitte". La Corporación Municipal adquirió la obligación de proporcionar vivienda a cada una de las familias.
Para justificar la operación, el Ayuntamiento se enganchó a una estrategia iniciada previamente por Los Remedios S. A. destinada a declarar la insalubridad y mal estado del núcleo; con ese fin incluyó la barriada en el censo municipal de suburbios.
Los informes de los técnicos municipales pusieron de manifiesto la falta de consistencia de los argumentos esgrimidos. Atendiendo a los aspectos técnicos, la Sección de Obras desestimó en dos ocasiones la declarar la ruina de los inmuebles. Desde el punto de vista del derecho, la Asesoría Jurídica Municipal mantuvo que la Corporación carecía de capacidad coercitiva para desalojar las viviendas contra la voluntad de sus inquilinos y que la única posibilidad legal consistía en expropiar la barriada y el desahucio por la vía administrativa.
Sin embargo, los concejales se mantuvieron firmes. La intervención del edil Romero López en la sesión de la Permanente Municipal, el 25 de noviembre de 1964, puede sintetizar la posición general. Consideraba que la barriada era un estorbo para la construcción del puente del Generalísimo y que al Ayuntamiento no quedaba más remedio que desalojar a los vecinos.
Frente a la actuación del Ayuntamiento, los vecinos reaccionaron rechazando que se firmase el convenio sin contar con ellos y sobre todo la calificación de las viviendas como chozas y la inclusión de la barriada en el censo municipal de suburbios. Consideraban que la situación de los alojamientos y la disposición de servicios, como la instalación eléctrica, el agua corriente y los aseos individuales, los distinguía de la condición de chabolas. Argumentaban los rasgos que los diferencian de la población alojada habitualmente en los asentamientos chabolistas.
Destacan su sacrificio anterior al verse obligados a abandonar sus hogares en Triana para contribuir al desarrollo urbanístico de la ciudad. Pero, sobre todo, hacen valer sus derechos como inquilinos con contrato legal vigente y para ello deciden depositar regularmente el importe de los alquileres.
La opinión de los técnicos y la resistencia vecinal condujeron al Ayuntamiento a buscar una solución más flexible, que pudiera ser aceptable aunque sin llegar a ser satisfactoria para los residentes. Consistía en ofrecerles pisos en zonas consideradas como de buena posición en la ciudad y en condiciones económicas fáciles de asumir. Sin embargo, esta opción se encontró con la dificultad derivada de la inexistencia de viviendas libres en las barriadas municipales, pues éstas eran ansiadas por la multitud de familias acogidas en refugios o procedentes de los asentamientos chabolistas erradicados en toda la ciudad.
Finalmente, en julio de 1965, llegó la solución de parte de la Secretaría de Viviendas y Refugios, que gestionó ante el Instituto Nacional de la Vivienda la cesión al Ayuntamiento de 197 viviendas protegidas en el barrio A del Polígono de San Pablo. Éstas se destinaron a alojar a las familias titulares de los contratos de alquiler, haciéndose cargo la Corporación del pago de la entrada inicial a cuenta de los dos millones de pesetas aportados por Los Remedios S. A. El resto de las familias, hasta las 246 evacuadas finalmente, que se encontraban recogidas por familiares en los departamentos de la antigua fábrica, fueron trasladadas a refugios; parte a los existentes en la barriada de La Paz y parte a los denominados “casitas bajas” del Polígono de San Pablo.


jueves, 1 de enero de 2015

La Bachillera

La barriada de “la Bachillera” se encuentra situada a la izquierda de la Avenida Doctor Fedriani. Los terrenos eran propiedad particular y fueron cedidos a la Asociación de Caridad en 1948, encontrándose en ellos unas doce vaquerías y algunas chabolas y huertas.




Tras la gestión realizada por la asociación se suprimieron las vaquerías y los terrenos fueron alquilados por poco precio a familias provenientes del casco antiguo y Triana.

En un principio los terrenos fueron alquilados por declaración o inspección de los metros cuadrados ocupados pagando por ellos alquileres bajos. Los vecinos comenzaron el proceso de edificación, pasando a su propiedad los inmuebles construidos. El proceso de crecimiento ha seguido los cauces orgánicos de adicción de estancias para obtener una adecuación máxima a las necesidades paulatinas de los habitantes y a una economía basada en unos mínimos costes y una forma de ahorro por inversión del trabajo familiar.


Las parcelas no se ajustan a ninguna tipología, oscilando la media alrededor de 34 m². Se distinguen dos tipos de parcelas respecto al uso de las mismas. Las pequeñas, hasta 80 m² para vivienda y las mayores, situadas junto a los terrenos de protección del ferrocarril, desarrollan además de viviendas algún tipo de pequeña actividad agrícola o ganadera en construcciones de material no perdurable.

Peculiaridades
Existe un gran sentimiento de “getto” cerrado en los habitantes, a esto contribuye la escasa accesibilidad del barrio y su trazado viario complejo.

Calidad de vida
Aparece como un barrio equilibrado, salvando los inconvenientes del abastecimiento y equipamientos, a partir de estas premisas la vida de relación y convivencia ciudadana es alta. Los numerosos bares sirven de centro de reunión y la calle se usa como prolongación de la pequeña vivienda. Las pequeñas zonas libres como espacios de juego de niños y zonas de estar contribuyen al uso urbano del conjunto.

Marginación
Existen dos causas fundamentales que sitúan el barrio como núcleo marginal, primero su situación con difícil accesibilidad, segundo no está servida por el servicio de autobuses urbanos.
El grado de peligrosidad para los residentes es alto debido al tendido de líneas de alta tensión., en su extremo Norte y al continuo paso de ferrocarriles por las vías próximas que delimitaban la fachada oeste del barrio.